Es anécdota

Parece cuento, pero es anécdota. Con la excusa de ir a buscar a mi hermano y su amigo que habían subido al pueblo nos fuimos él y yo por el camino de piedra. Lo de buscarlos era un pretexto, siempre encontrábamos la manera de quedarnos solos para besarnos y toquetearnos. Delante de los otros éramos solo amigos, incluso llegábamos a mostrar algo de fastidio. Yo les decía:

 ¡él es muy tonto para gustarme! 

Algo de verdad tenía … él era muy tonto. Pero no por eso dejaba de gustarme. 

Él les decía todos que yo era muy fea para gustarle. Y tal vez sí, fea sí era. Pero igual le gustaba.  

La finca donde estaba la carpa quedaba a 20 minutos del pueblo, por un camino de piedra, angosto y en subida, al lado y lado solo plantas y oscuridad. Esos 20 minutos se gastaban si uno caminaba rápido y concentrado en el camino. Pero si uno paraba besarse en cada curva podía llegar a demorar un poco más de una hora. En la subida íbamos cogidos de la mano, decíamos, como si pudiéramos engañarnos a nosotros mismos, que era para no caernos. Pero los dos sabíamos que lo que queríamos era contacto, sentirnos al caminar.

Uno al lado del otro tomados de la mano ocupábamos la totalidad del sendero que no tenía más de 120 cm de ancho. Camino arriba como a 5 metros se escuchaban las pisadas de un caballo que hacía claqué con las piedras. Lo extraño era que las pisadas no parecían acercarse. De manera constante sonaban en el mismo espacio, a la misma distancia. Al principio, nos detuvimos orillándonos al borde del camino, pisando el barro qué unía con la montaña. Nos imaginamos que, por ese camino tan angosto, al pasar el caballo nos iba a tumbar. Pero a pesar de la espera los pasos parecían no avanzar. 

El caballo nunca llegó, tomados de la mano seguimos avanzando.  La respiración se escuchaba fuerte, un jadeo que era más de miedo que de cansancio. Adelante se veía una silueta, claramente reconocible, en medio de tanta oscuridad,  un hombre de más o menos 170 cm de estatura vestido completamente de blanco con un sombrero de ala ancha. Bastante extraño, qué puede hacer un hombre con tanta blancura parado al borde de un camino de piedra, lleno de barro, a las 11 de la noche. Nuestras manos se apretaron con fuerza al ver al señor, los dos estábamos muertos del susto, él más que yo. Él que sí creía en fantasmas.

Más o menos 2 metros adelante, luego de haber pasado al señor el claqueo del caballo dejó de escucharse adelante, y empezó a escucharse detrás de nosotros. Caer en la cuenta de lo sucedido hizo que llegáramos en 5 minutos al pueblo. Al momento de regresar nos demoramos tal vez 10 minutos. Fue lo que el miedo nos hizo tardar.

 Al llegar a la carpa mi hermano y su amigo ya habían regresado. El amigo estaba pálido, sudando frío porque en el camino se había encontrado un perro negro. Cuando quiso empujarlo con el pie para que se saliera del camino, el pie pasó derecho y cruzó por el cuerpo del perro. El animal saltó y se perdió entre la hierba espesa de la montaña. Él parecía un papel, estaba seguro de haber tenido un encuentro sobrenatural. Yo aún tengo mis dudas. Y, sigo sin creer en los fantasmas.




PD: Estas son dos fotos del camino en diferentes zonas. Por ahí, en una de esa curvas, nos encontramos al sombrerero.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Apenas han pasado tres días

Manual tácito para superar una tusa

¿Está bien descualquierarse?