La virginidad de las madres.

A propósito de la reciente navidad y las respectivas tomatas decembrinas (una costumbre muy colombiana) he pensado acerca de la castidad de las madres, y pues tengo noticias queridas y queridos lectores. Con más alegría que pena tengo que contarles que la última generación de madres virginales son en este momento las abuelas de adolescentes. 

Es decir, aquellas madres que luego de tener hijos desplegaban su abnegación y entrega total, están en vía de extinción. Digo que más que preocuparme me alegra porque considero que esas madres que lo entregaron todo en nombre de la maternidad: Su individualidad, su personalidad, su tiempo, que se sacaron el pan de la boca para entregarlo a sus hijos e hijas terminan gestando seres humanos llenos de miedos, cargos de conciencia y culpas, esto lo digo con pleno conocimiento de causa, pues... Soy hija de una mujer de esa generación.

A diario le agradezco los cuidados que tuvo para mi y mis hermanos. Pero, también a diario recuerdo los miedos, los prejuicios, las angustias que esa forma de "abnegación" inevitablemente deja como herencia. 

Yo lucho, todos los días contra mi crianza para no ser una madre que lo entrega todo. Y nadie puede imaginarse lo difícil que es esto. Son las peleas más duras que he tenido. Las peleas conmigo misma, para enseñarles a mis hijos que cuando nacieron yo no me volví Sorkatherine cómo muchos, tal vez la mayoría, asumimos de nuestras madres.

No retornó la virginidad a mí, no soy una madre que lo da todo por sus hijos, así se quede vacía, no soy una madre que sacrifica su proyecto personal por sacarlos adelante, no soy una madre como Dios manda. Y aunque los debates internos a veces son más rudos de los que se daban en la facultad de filosofía, prefiero seguir siendo una mamá muyyyy imperfecta, bastante lejos del modelo Mariano. Prefiero que mis hijos crezcan sabiendo que se pueden ir tranquilos, cuando decidan hacerlo, por qué mi proyecto de vida no gira alrededor de ellos.

Quiero que sepan que con ellos o sin ellos yo voy a seguir de fiesta, teniendo sexo y diciendo mentiras, porque antes de ser mamá soy humana. Me alegra mucho, muchísimo pensar que tal vez esta será la última generación de las madres más perfectas del mundo. Y que de acá en adelante las nuevas generaciones sabrán que sus mamás tiene gustos, curiosidad, miedos, tendencia al placer, ganas de vivir, angustias, inseguridades, necesidades y demás. Porque antes de ser mamás son humanas. 

Quizás el hecho de que las nuevas generaciones sean más consientes de esas madres imperfectas hará que aprendan menos cosas por imitación y más por disertación. Hará que aprendan a distinguir lo ético de lo moral sin necesidad de heredar una religión. Tal vez esto ayude a que los nuevos hijos crezcan sabiendo que educarlos es más difícil de lo que ellos se imaginan y así se valorará a la madre no porque "me dio la vida" o porque " le debo todo" sino por qué somos humanas.

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