Volver a tener ganas de escribir


Lo problemático de las crisis emocionales es que barren con todo. Con la alegría, las ganas de salir, de encontrarse, de compartir, de dormir, de comer, de sacar a la perra, de escuchar música o ver Netflix. En mi caso, y que es de lo que más sufro, es que pierdo las ganas de escribir. ¡Maldita sea! Que la tristeza me quite todo… menos las ganas de escribir.

Pensar en las causas de la tristeza puede ayudar a entender que son procesos, parte de la vida, que reconocemos la felicidad porque tenemos la tristeza. Necesitamos el complemento para que la vida esté completa. Sin embargo, cuando la causa de la tristeza fue generada por un ser humano, un tercero… ahí la cosa funciona distinta.

El entendimiento reclama: ¿cómo es posible que me quites las ganas de escribir? Llévate toooodo, llévate la cama, la mesa, las cobijas, la estufa, el carro, el cortaúñas, la papelera del baño, el descorchador y el tajalápiz. Pero… noooo las ganas de escribir. El único lugar seguro que queda luego de tu partida es la escritura, y también quieres arrebatarme eso. No es suficiente con llevarse el amor, la tranquilidad, la estabilidad, la paz mental, el sosiego… los planes futuros, los planes presentes, la idea de familia, el compromiso de pareja, la idea de padres, sino que, además, tienes que dejar el vacío del sin sentido cuando no se tiene la escritura.

Así como un enfermo recupera el apetito, le vuelve a provocar la comida, se antoja de algo… con la salida de la tristeza a mí me vuelven a dar ganas de leer, de escribir. Entonces, puedo darme cuenta de que regresa la calma. Me vuelvo a encontrar, me reconozco, me saludo, me abrazo, retorno a mi lugar seguro. Vuelvo a dormir en historias, aparecen los cuentos, agradezco al universo la posibilidad de crear y, de nuevo, las ocurrencias pululan por la calle: vuelvo a disfrutar y pensar historias cuando veo un beso de despedida, retorno a escuchar conversaciones ajenas en el Transmilenio, de donde surgen las mejores historias, veo historias en la gota de lluvia, la copa de vino, la vecina chismosa, el cartero que no existe, la ventana sucia, el cuaderno abierto, la sombrilla olvidada, el corredor vacío, el viernes tranquilo, la cerveza pendiente, la amiga triste, la casa sola, las ganas de salir corriendo, la nevera llena, la letra redonda, el camino pedregoso, las ganas de quedarse, las ganas… de… las ganas.

                                                                                                                                                       Vuelven las ganas.

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