Canciones en el equipaje

 



Desde hace algún tiempo, pongo banda sonora a cada una de las cosas que hago. La frase música para planchar ha cobrado un verdadero sentido para mí. Hay música para cada situación: la música de bañarse, de maquillarse, de peinarse, de escribir, de cocinar, de sacarle punta al lápiz, de pasear a la perra, de cantar, de reír, de llorar, de caminar, de hacer oficio… de planchar claramente.

 Cada persona, momento o situación tiene su banda sonora.

                                                                                                    A ti te llamaré Colegiala de Paté de Fuá. 

Así, la vida se va llenando de razones, sentidos, emociones. Somos emociones, como dice la canción de La Derecha. Adolescencias llenas de Calamaro, The Doors, Mägo de Oz y Carlos Vives con Cantos de la Provincia. Así de polifacética se va volviendo una con los años.


Lo malo de ponerle banda sonora a la gente que se conoce es que, al volver a escuchar una canción, a veces hay nombres que no nos gusta recordar. Con los años, esas canciones se hacen hermosas, como pensar que “antes de mí tú no eras tú” o “antes de tú, yo no era yo”, en palabras de Jorge Drexler. Sin embargo, con el tiempo y en su lugar, cada tonada cobra un sentido precioso.


Luego… luego… empezamos a entender que el silencio también es la banda sonora de parte de lo que vivimos. Los silencios incómodos y los silencios perturbadores. El mensaje que nunca llega es parte de la banda sonora de la conversación que no debe seguir. Y eso hace un ruido. El ruido mental del silencio es la banda sonora del momento que te indica parar. El silencio es lo que bien dijo Silvio Rodríguez: el ángel para un final.


También pasa que hay bandas sonoras que se repiten, y aparecen varios a los que les nombramos una aventura del Grupo Niche. ¡A tener cuidado! No es saludable para la historia musicalística hacer eso. Es mejor, como dice la sabiduría popular: “cada loco con su tema”. Mejor que los recuerdos vengan de a uno y no en manada; es más fácil de manejar, por salud mental. Que cuando suene Te quiero comer la boca, de La Mosca Tsé-Tsé, tenga nombre propio. ¿A cuántas personas les has querido comer la boca? Si son muchas, hay que ser muy inquieto musicalmente para ponerle tono a cada labio.


O sobre cuántas dices: No quisiera yo morirme sin tener algo contigo (de Vicentico). No digo que sea solo con uno, digo que hay tantas formas de decirlo o pensarlo como canciones hay en el mundo. Pero, si de limitación musical se trata, pues, hay que empezar a sentir distinto.


Hasta que llega Loco, de Los Auténticos Decadentes. Ahí… le pones canciones en todos los tipos, colores y sabores a un nombre propio… Puede pasar, no me ha pasado, pero puedo aconsejar que, en ese punto, ya entrados en gastos, seguir poniendo banda sonora a las situaciones es la mejor manera de proceder.


Para este ejercicio es fundamental entender que las bandas sonoras no necesariamente tienen que ver con relaciones erótico-afectivas. Tiene que ver con la manera de ver la vida. La manera de estar en el mundo. Entender que hay gente maravillosa que te puede cantar Sonríe, princesa, de Martina La Peligrosa. Entonces, darse cuenta de que el amor llega en muchas formas, colores y sabores, para entender que todo se transforma, como dice Jorge Drexler.


Comentarios

  1. Meeencantaaaan esto viernes!!

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  2. Anónimo soy yo. La Lomanto, jajajja

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    1. ¡Belleza del trópico! ¡Mi querida Maestra Lomanto! Gracias 🫂 gracias por seguir aquí. Por leerme😊😚 gracias por hacérmelo saber. No sabes la emoción que se siente recibir el mensaje. La quiero muuuucho! Gracias, gracias ¡gracias!

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