Aprender a unirse y separarse hasta el día que dejamos de ser madres.
Hay un imaginario sobre el ideal de ser madre que causa un profundo daño a la mayoría de las mujeres que sufren para cumplir, de manera ideal, con él. Cuando yo tuve a mi primer hijo, aún no había terminado la universidad. Él nació el 15 de julio y yo empezaba clases el 1 de agosto. Tenía apenas 15 días de parida y él de nacido, por lo que tuve que aplazar ese semestre.
Aplazar un semestre para dedicarse a maternar es un dilema. Eso no significa que no amemos a nuestros hijos. Lo que traduce es que la sociedad actual nos exige cumplir con un montón de roles que, en la mayoría de los casos, se ponen en tensión entre sí. Por ejemplo, estudiar a tiempo completo para ser alguien exitoso; trabajar, porque de lo contrario serías una mantenida; ser madre cuidadora y sacrificada porque sino qué dirá Pepita Mendieta y además ser una mujer bella y sensual.
Pues bien, cuando se está recién parida no se puede ser bien ninguno de estos roles. No se puede estudiar, porque hay un niño que llora, pide de mamar y cuidados permanentes, menos trabajar. No se sabe ser una madre cuidadora, eso apenas se está aprendiendo; se hace y se hace… en un sentimiento permanente de que la cosa seguramente no va tan bien. Y finalmente, ni que hablar de ser una mujer bella, el estomago y las piernas apenas empiezan a desinflamarse y el cuerpo no se reconoce a sí mismo en su totalidad. Pasaran meses o años antes de que eso vuelva a suceder.
Claramente, mencionarlo tal cual como lo digo puede incomodar. Las buenas madres dirán ¿qué clase de persona es esta? ¿dónde queda la dulzura del cuidar a un bebe? ¿La ternura? ¿La felicidad del milagro de ser madre? Pues bien, creo que todo eso es un discurso aprendido que las mujeres repiten y se esfuerzan en creérselo, porque está mal visto pensarlo diferente. Claro, la gente confunde reconocer los sensaciones humanas y reales de una mujer con el hecho de ser mala madre. Pues no, una cosa no tiene que ver con la otra. Somos las mejores madres que existen. Lo hacemos de la mejor manera que podemos, amamos a nuestros hijos. Pero, podemos reconocer las mierdas que implica el proceso.
Si vas a salir, vas con él para todo lado. Uno, porque nadie se hace cargo de un crio recién nacido, y dos, porque tu instinto maternal te impide dejarlo. Entonces debes andar con maletas grandísimas, mientras la leche se escurre por debajo de los pechos, sudas como un cerdo, se te duermen los brazos, debes dejar el niño en el lavamanos si quieres orinar, entre otros secretos maternales que solo los conoce quien los ha vivido.
Con todo esto el día que decides dejar a tu hijo al cuidado de un tercero, la palabra dicotomía cobra sentido por completo. La vida partida en dos, querer hacer y no hacer al mismo tiempo. Yo quería volver a la universidad. Quería volver hablar con adultos, quería separarme de él así fuera por dos horas. Duramos 7 meses casi que encerrados en la casa durante 24 horas al día. Estuvimos juntos cada segundo de los siguientes 7 meses. Yo solo veía Discovery babys, solo pensaba en papillas, pañales, leche, eructos, cólicos y sueño. Sufría cada vez que me metía a bañar, pensando que estaba solo en la cama y cualquier catástrofe le podía ocurrir. Quería salir de esa situación. Quería volver a la universidad, para leer, para pensar en otras cosas, para sentirme limpia y arreglada de nuevo.
Pero, la cosa no es tan sencilla. Las primeras nanas de mi hijo mayor fueron mis hermanas y mi papá. Y, sin embargo, el día que salí tenía el estomago en la garganta. Todas las personas le dicen a uno, tal vez al bebé le dé duro estar sin su mamá. Pero, no se alcanzan a imaginar lo duro que es estar sin el bebé. No disfruté la ropa limpia, sentí los senos hinchados toda la mañana, y desde que salí solo pensaba en volver. Esa sensación cambia, y se repite el día que uno los lleva por primera vez al jardín. Son las mamás las que lloran en la puerta del jardín mientras el niño está feliz de jugar y ganar independencia. (claro, no todos los casos son iguales).
Con el segundo, las sensaciones no fueron ni parecidas. Se materna distinto con cada embarazo. Ese muchacho no ha tenido nunca el más mínimo problema en quedarse solo. Él me cerró la puerta en la cara el primer día de jardín, tiene doce años y está pensando en independizarse. Y este ciclo de dicotomías en donde te esfuerzas por aprender a unirte y luego debes esforzarte por aprender a separarte es un ciclo sin fin. Me imagino que hasta el día que dejamos de ser madres.
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