¿Cómo debería sentirse el amor?


Después de haber vivido una relación de pareja por 21 años, me doy cuenta de que si se trata de hablar 
de amor de pareja… no tengo ni la más remota idea.

Te puedo hablar del amor de madre. Ese para mí está clarísimo: se me sale del pecho, me estremece, es incondicional, es absolutamente puro y es de ellos, es un amor solo para ellos, sin esperar recibir nada a cambio.

Pero el otro amor, el romántico… ese… yo no sé cómo debería sentirse eso.

En los últimos días me he dado la posibilidad de compartir espacios de música con gente muy pequeña, en comparación con mi edad. Tengo 39 años y fui a un concierto con dos personas de 17 años: mi hijo y su novia. Ver el disfrute a esa edad es una cosa increíble. Mi mejor amigo del trabajo es menor que yo. Sus recorridos y caminos han sido otros, y he conocido mucha música “de gente joven” con él.

Cuando hablo así, hasta me duele la espalda. Jajaja.

Sin embargo, es que quiero decirles que yo hasta hace muy, muy poco era una señora.

Una señora con todoooooos los juguetes.
Con todo lo que conlleva la señorés.

Con el divorcio se fue el man y también los dolores de cabeza, el dolor de espalda y el miedo a vivir cosas nuevas. También con él se fue la señoritud.

Cambié.
No sé si para bien, mal o para nada, pero solo cambié.

Soy otra… irreconocible para la señora Katherine.

Tengo nuevos amigos, ando por nuevos rumbos, he conocido nuevos platos, nueva música, nuevos planes.

Y entre uno de esos planes he conversado con gente más joven. Él, en particular, me ha mostrado canciones que no conocía, cantadas por él. Eso es distinto, absolutamente nuevo, bello… es lindo. Eso no pasa todos los días.

Anoche, a la medianoche, me mostró una canción que él mismo compuso. Al finalizar la canción, yo reconocí en mí un sentimiento que no me acordaba que había sentido alguna vez en la vida: amor adolescente.

Apenas terminó de cantar, esa fue mi primera relación mental y física, lo que me vino a la cabeza en lo inmediato. Reconocí el sentimiento, pero no era un sentimiento actual. No era algo que pudiera decirse sobre la manera en que sienten las personas adultas.

—Es una canción que habla del amor adolescente.

Y él me dijo:

—Habla del amor… amor y ya. Es que así debería sentirse el amor, en cualquier momento, ¿no?

Entonces, los muebles de mi cabeza se movieron de lado.

—¿Qué?
—¿Será que de verdad así debe sentirse el amor?
—¿Será que la que viene con avería de adolescencia soy yo?

Yo recuerdo haber dicho mil millones de veces TE AMO. Pero no recuerdo haber sentido nunca todo eso que decía esa canción.

O ¿será que sí?… Tal vez… en algún momento, por allá a los 17 o 18.

Luego de mil divagaciones de señora grande había concluido que:

  • el amor cambia.
  • la manera de amar cambia con los años.
  • el amor se vuelve más tranquilo,
  • más decidido… y con ello menos emocionante, pero más duradero.

Eso es lo que pensaba hasta anoche, cuando esas palabras se metieron en mi sala mental, la desordenaron y dejaron un bochinche.

Ahora… con 39 años, no me queda más sino mirar cómo reacomodo.

Hoy amanecí preguntándome si todas esas afirmaciones e imperativos que había construido, con la experiencia de mis años, son completamente falsos o medianamente mentirosos.

Y si el amor debe sentirse así, como dice la canción.
Y, en realidad, yo, por mis miedos, vetos y decisiones, no me he dejado sentir.

Esas palabras tampoco son mías. También son de él.

Me encanta que las personas con las que converso me hagan dudar de lo que creo verdades o convicciones absolutas. Creo que se conversa con las personas para llegar a eso.

Eso es lo que hace a las personas atrayentes, cautivadoras, sugestivas, atractivas, seductoras y encantadoras.

Desde hace un rato largo no se publicaba en este blog algo escrito por inspiración inmediata. Mis entradas suelen estar reposadas, suelen escribirse con anticipación, quedarse dormidas en el olvido mientras otras nuevas surgen e irse puliendo con el efecto imaginación y distancia.

Pero creo que es muy importante escribir sobre cambios y reflexiones trascendentales que nieguen por completo el dicho “loro viejo no aprende a hablar”.

O bueno, no sé… tal vez no aprenda, pero por lo menos se hace preguntas. Muestra de ello es que aquí estoy: yo sin miedos nuevos ni dolores viejos, con la emoción intacta y la curiosidad despierta, aunque se caiga alguna certeza y me toque volver a inventarme el amor… o lo que sea que venga después.

Que igual, entre dudas y bochinches, confieso que se siente mucho más emocionante que quedarse callada creyendo que ya lo sabía todo.

Comentarios

  1. Que lindoooooo. Gracias por compartir con tanto amor... por ti y por la escritura. Att. El amigo de la oficina :)

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    1. Gracias Dieguiii! Por tomate el tiempo de escribir y de leerme. Tú qué escuchas las historias en tiempo real! Gracias por comentar, luego de que pasa por la cabeza, el papel y el computador. Te amo

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