Pedo... empero.
Se
pueden tomar varias malas decisiones en la vida, las justificamos, las
decoramos, nos acostumbramos para hacerlas llevaderas, pero, al fin de cuentas
son malas decisiones. Terminé mi bachillerato en el año 2003 y pude haber escogido
para estudiar como carrera lo que quisiera: culinaria, medicina, electricidad.
Pero en cambio yo quería estudiar artes plásticas. Mi mamá en un ataque de
histeria me preguntó ¡¿Cómo pensaba vivir de las artes plásticas?!
Entonces,
para no llevarle la contraria me metí a estudiar Filosofía, creo que cuando
esto pasó ni ella ni yo sabíamos muy bien qué era la filosofía, ni para qué
servía. Como ella no tenía idea de qué era eso, no pudo seguir discutiendo, y
como no me gritó más yo supuse que había tomado una buena decisión. Ahora,
después de 16 años puedo reconocer que tomé una mala decisión; pero sigo sin
saber qué es y para qué sirve la filosofía.
Aun
no entiendo cómo hice para terminar, parece ser que los milagros existen y esta
es la demostración de uno de ellos. Un día, leyendo un texto me encontré la
palabra “empero”, como era una lectora descuidada y perezosa no busque en el
diccionario qué significaba. Sin embargo, me pareció una palabra graciosa. Me
sonaba a pedo. Leyendo en casa, aunque la palabra me causó curiosidad, logré
aguantar las ganas de aprender y lo dejé así. Seguí leyendo.
Al
siguiente día, en plena clase, el profesor me pidió que leyera el párrafo en
voz alta:
“Si
el ser constituye lo puesto en cuestión, y si ser quiere decir ser del ente,
tendremos que lo interrogado en la pregunta por el ser es el ente mismo. El
ente será interrogado, por así decirlo, respecto de su ser. Para que el ente
pueda presentar, empero,
sin falsificación (…) .” Heidegger
No
alcancé a terminar el párrafo. En el mismo momento que estaba diciendo empero
sonó en el salón una flatulencia monumental. El profesor se puso rojo y estalló
en un grito: ¡SILENCIO! Evidentemente había sido él. Del alarido todos quedaron
callados. En ese mismo momento yo recordé la relación que había hecho el día
anterior, y entonces dije en voz alta y con una estruendosa carcajada “EMPERO”…
el profesor muerto de furia me dijo, señorita yo no veo ningún chiste. Yo no
podía parar de reír. Entonces me dijo: retírese del salón, acá no venimos a
divertirnos. Me paré y salí con las copias en las manos pensando:
“Mami por qué
no me dejaste estudiar artes plásticas, igual, seguiría sin un peso en el
bolsillo, pero vendríamos a divertirnos”.
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