Una mañana
Mi niño, parece que no quiere levantarse,
lo muevo, lo llamo. Su carita adormecida trata de abrir los ojos, pero parece
que una fuerza sobrenatural no se lo permite. Yo, masajeo su espalda, espero
que levantarse sea menos traumático.
Salgo del cuarto pensando en lo que ahora
debo hacer en la cocina. Martín apenas me escucha salir hace un gran esfuerzo y
sale de la cama; se quita la ropa y se mete al baño, entonces lanza un grito:
¡Mamá el agua está
helada!
Había pensado que primero comiera el
desayuno, pero él ya está desnudo en el baño con el frío de las 5:00 am. Llevo
el agua caliente que se revuelve con el agua fría. Martín se baña disfrutando
la mezcla. Sale del baño envuelto en esa toalla pequeña, que, aunque es de las
grandes no cubre por completo su cuerpo de niño de 9 años.
¡Martín,
apúrate está tarde!
Viene de nuevo a la sala, Mamá mira cómo
suenan mis zapatos. Los zapatos están mojados y hacen un chillido en el
contacto con el piso. Se sienta en la mesa y tararea un ritmo, que tal vez no
existe. Saca pan y lo moja en el chocolate. Le encanta hacer eso, no me lo
imagino tomándose el chocolate mientras muerde el pan como hacen los adultos.
Creo que va a ser uno de esos pocos adultos que moja el pan en el chocolate. Se
le cae el pan en la taza, toma una cuchara y empieza a pescar los trozos de
masa ya derretida.
Se para de la mesa y camina por la casa
mientras sigue tarareando el ritmo pegadizo que ha sacado quién sabe de dónde.
Suena el teléfono...
Es la ruta.
¡Apúrate Martín¡¿llevas todo?
A último momento se da cuenta que no lleva
los guayos, las canilleras ni la sombrilla.
Busca con afán, con desesperación. él
mismo no recuerda dónde dejó las cosas, y la ruta ya está en la puerta. El pito
suena dos veces.
¡Apurateeeeee!
Luego suena el timbre de la casa.
La monitora toca el timbre muy duro,
parece ser que el afán es demasiado.
Finalmente, encuentra las cosas, las mete
en la maleta y sale con la cremallera abierta de par en par.
En la reja blanca de la casa dice: Chao
mami...
No hay un beso, no hay un abrazo. Solo su
espalda que se aleja.
Martín ahora va al colegio
Me sentí leyendo a Saramago
ResponderEliminar